Indicamos
un método eficaz y sencillo para establecer límites a nuestros
hijos.
En
el artículo anterior Poner
límites es fundamental para los niños desarrollamos la
importancia y las consecuencias negativas en la educación y
desarrollo de nuestros hijos de la ausencia de límites. También
comentamos que la existencia de limitaciones promueve la asimilación
de dos pilares básicos de la educación infantil:
-A
veces no se consigue lo que se quiere en cuanto se desea.
-Los
malos comportamientos o decisiones tienen consecuencias negativas.
Una
vez comprendido esto debemos decidir cómo vamos a establecer esos
límites, si indicándoselos en todo momento cada vez que sea
necesario (lo que pierde fuerza) o con algún otro método.
Aquí
usaremos una pizarra, papel o similar, colocado en un lugar visible
de la casa (y si puede ser a la que no tenga alcance directo para
evitar la tentación del menor de manipularla) dividida en dos
partes: una con un recuento de las veces que queremos recompensarle y
otra con un recuento de las veces en las que no nos ha gustado su
comportamiento. La primera parte fomenta el primer pilar puesto que
el niño observa que con buenas acciones y paciencia puede obtener un
premio (no hace falta que sea material, puede ser ponerse a jugar con
algo que le gusta mucho, ir a algún sitio, una comida que le
gusta... de hecho es recomendable que el tipo de recompensa varíe
para no asociar que sólo consigue ese tipo de premio sino que en
general obtendrá una recompensa, evitando los premios materiales en
la medida de lo posible).
De
esta forma tenderá a huir de la impaciencia y le enseñaremos a
manejar la frustración por no conseguir lo que quiere en cuanto lo
quiere mostrándole que el esfuerzo y la constancia forman un mejor
camino que la autocomplaciencia instantánea de “quiero esto
ahora”.
Para
ello en ocasiones le diremos que ocurrirá cuando acumule determinado
número de acciones positivas, cuál será el premio, mostrándole
una meta a largo plazo. El número de acciones positivas es
aconsejable establecerlo conjuntamente, haciéndole partícipe del
método, lo que fomentará su aceptación. Podemos fijar el número
haciendo que siempre sea el mismo o podemos variarlo en función del
premio que le vamos a dar. Se puede ir aumentando el número para
espaciar en el tiempo la entrega de recompensas hasta que al final no
sean necesarias, pero esto debe hacerse muy lentamente, sino es mejor
mantenerlo fijo, puesto que de lo contrario se podrían fijar unos
objetivos demasiado ambiciosos lo que provocaría el rechazo del
sistema.
No
siempre le diremos cuál será el premio, muchas veces porque no se
nos ocurrirá qué premio darle y otras para que no asimile que
siempre consigue lo que quiere de esa forma, provocando que se centre
demasiado en eso sin importarle cómo conseguirlo. Es decir, se le
enseña a que siempre hay que comportarse cómo nosotros consideramos
que es correcto, aunque no haya premio o lo desconozca. Esto es más
difícil de asimilar para los más pequeños así que si nos insiste
en saber de antemano cuál será el premio debemos decirselo, a
medida que vaya creciendo no nos lo pedirá y por supuesto también
dejará de ser necesaria la pizarra.
La
otra mitad, claramente, fomenta la idea de que los malos
comportamientos provocan consecuencias negativas en forma de castigo.
Entiéndase castigo en su concepto más amplio, una repercusión por
sus acciones, no va al parque a jugar, no ve la tele (muy útil pues
en general están delante del televisor demasiado tiempo) no puede
jugar con nuestro móvil (en general desaconsejamos dejárselo y si
lo hacemos, siempre delante nuestro para controlar el tiempo y
también muy importante qué hace con él puesto que hay infinidad de
contenido que no es apto) le quitamos un juguete... cada padre o
madre sabrá mejor cuál es la consecuencia que debe tener un
reiterado mal comportamiento.
Esto
no quiere decir que no podamos reprimirle en el momento que hace algo
mal puesto que no ha acumulado suficientes acciones negativas, al
contrario, puesto que podría entrar en el juego de saber que no va a
pasar nada hasta que llegue a determinado número, volviéndose en
contra el método puesto que le enseñaríamos que, en ocasiones, las
malas acciones no tienen consecuencias negativas. Siempre hay que
regañarle por lo que ha hecho mal pero controlando la intensidad
puesto que podría provocar un rechazo a las normas y a los padres en
general en caso de intensidad excesiva. Es mejor quedarse por debajo
que sobrepasarse, no obstante si acumula muchas las consecuencias
deben ser más graves para él, puesto que sino no aprende nada de
esa situación.
El
castigo es mejor si es inmediato, es decir, si está viendo la tele,
se le apaga, si está jugando con un juguete se le quita... ya que
tienen en este aspecto mala memoria y si les dices mañana no saldrás
al parque en ese momento le dará igual (perdiendo la eficacia del
castigo, puesto que hay una consecuencia pero no la percibe) y cuando
llegue el día siguiente es muy posible que ni siquiera recuerde qué
es lo que hizo mal para merecer ese castigo (por lo que le estaríamos
castigando por nada según su punto de vista haciendo que las normas
y la autoridad carezcan de sentido y parezca todo arbitrario).
Cómo
el objetivo es doble, queremos muchas acciones buenas y ninguna mala,
podemos establecer un reto doble, por ejemplo, si consigue
determinado número de acciones buenas y ninguna mala premio doble o
mayor, puesto que sino la importancia de la existencia de malas
conductas en presencia de otras buenas disminuye mucho haciendo más
débil el mensaje que queremos transmitirle: ninguna acción mala
como meta (obviamente son niños y alguna harán).
La
edad en la que se puede utilizar este método varía según el
desarrollo de cada bebé, pero cuando es plenamente consciente, puede
interpretar perfectamente nuestras ideas y él expresar las suyas, ya
se puede emplear. Suele variar entre los 3 y los 4 años, pero si es
necesario se puede emplear en edades más avanzadas, no obstante,
conforme sean mayores normalmente, será más difícil de establecer.
Su
uso se puede extender todo el tiempo necesario, hasta que ya
consideremos que es prescindible, pero mejor hacerlo de una manera
progresiva, estableciendo retos más ambiciosos aunque siempre
alcanzables. Lo ideal sería dejar este método con un gran reto que
además del premio ponga fin a la existencia del sistema de la
pizarra comunicándole esto con antelación.
Este
método es sólo un ejemplo, se puede usar una variante de él u otro
completamente distinto, lo importante, como siempre, es mirar a largo
plazo y establecer normas y límites para que nuestros hijos crezcan
equilibrados y felices.
Vídeo de Bebes Dormilones, una buena opción para que sueñen
Lo probare a ver que tal funciona, porque desde luego le hace falta.
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