sábado, 4 de marzo de 2017

Sistema para establecer límites a los niños

Indicamos un método eficaz y sencillo para establecer límites a nuestros hijos.

En el artículo anterior Poner límites es fundamental para los niños desarrollamos la importancia y las consecuencias negativas en la educación y desarrollo de nuestros hijos de la ausencia de límites. También comentamos que la existencia de limitaciones promueve la asimilación de dos pilares básicos de la educación infantil:
-A veces no se consigue lo que se quiere en cuanto se desea.
-Los malos comportamientos o decisiones tienen consecuencias negativas.

Una vez comprendido esto debemos decidir cómo vamos a establecer esos límites, si indicándoselos en todo momento cada vez que sea necesario (lo que pierde fuerza) o con algún otro método.
Aquí usaremos una pizarra, papel o similar, colocado en un lugar visible de la casa (y si puede ser a la que no tenga alcance directo para evitar la tentación del menor de manipularla) dividida en dos partes: una con un recuento de las veces que queremos recompensarle y otra con un recuento de las veces en las que no nos ha gustado su comportamiento. La primera parte fomenta el primer pilar puesto que el niño observa que con buenas acciones y paciencia puede obtener un premio (no hace falta que sea material, puede ser ponerse a jugar con algo que le gusta mucho, ir a algún sitio, una comida que le gusta... de hecho es recomendable que el tipo de recompensa varíe para no asociar que sólo consigue ese tipo de premio sino que en general obtendrá una recompensa, evitando los premios materiales en la medida de lo posible).
De esta forma tenderá a huir de la impaciencia y le enseñaremos a manejar la frustración por no conseguir lo que quiere en cuanto lo quiere mostrándole que el esfuerzo y la constancia forman un mejor camino que la autocomplaciencia instantánea de “quiero esto ahora”.

Para ello en ocasiones le diremos que ocurrirá cuando acumule determinado número de acciones positivas, cuál será el premio, mostrándole una meta a largo plazo. El número de acciones positivas es aconsejable establecerlo conjuntamente, haciéndole partícipe del método, lo que fomentará su aceptación. Podemos fijar el número haciendo que siempre sea el mismo o podemos variarlo en función del premio que le vamos a dar. Se puede ir aumentando el número para espaciar en el tiempo la entrega de recompensas hasta que al final no sean necesarias, pero esto debe hacerse muy lentamente, sino es mejor mantenerlo fijo, puesto que de lo contrario se podrían fijar unos objetivos demasiado ambiciosos lo que provocaría el rechazo del sistema.
No siempre le diremos cuál será el premio, muchas veces porque no se nos ocurrirá qué premio darle y otras para que no asimile que siempre consigue lo que quiere de esa forma, provocando que se centre demasiado en eso sin importarle cómo conseguirlo. Es decir, se le enseña a que siempre hay que comportarse cómo nosotros consideramos que es correcto, aunque no haya premio o lo desconozca. Esto es más difícil de asimilar para los más pequeños así que si nos insiste en saber de antemano cuál será el premio debemos decirselo, a medida que vaya creciendo no nos lo pedirá y por supuesto también dejará de ser necesaria la pizarra.

La otra mitad, claramente, fomenta la idea de que los malos comportamientos provocan consecuencias negativas en forma de castigo. Entiéndase castigo en su concepto más amplio, una repercusión por sus acciones, no va al parque a jugar, no ve la tele (muy útil pues en general están delante del televisor demasiado tiempo) no puede jugar con nuestro móvil (en general desaconsejamos dejárselo y si lo hacemos, siempre delante nuestro para controlar el tiempo y también muy importante qué hace con él puesto que hay infinidad de contenido que no es apto) le quitamos un juguete... cada padre o madre sabrá mejor cuál es la consecuencia que debe tener un reiterado mal comportamiento.
Esto no quiere decir que no podamos reprimirle en el momento que hace algo mal puesto que no ha acumulado suficientes acciones negativas, al contrario, puesto que podría entrar en el juego de saber que no va a pasar nada hasta que llegue a determinado número, volviéndose en contra el método puesto que le enseñaríamos que, en ocasiones, las malas acciones no tienen consecuencias negativas. Siempre hay que regañarle por lo que ha hecho mal pero controlando la intensidad puesto que podría provocar un rechazo a las normas y a los padres en general en caso de intensidad excesiva. Es mejor quedarse por debajo que sobrepasarse, no obstante si acumula muchas las consecuencias deben ser más graves para él, puesto que sino no aprende nada de esa situación.
El castigo es mejor si es inmediato, es decir, si está viendo la tele, se le apaga, si está jugando con un juguete se le quita... ya que tienen en este aspecto mala memoria y si les dices mañana no saldrás al parque en ese momento le dará igual (perdiendo la eficacia del castigo, puesto que hay una consecuencia pero no la percibe) y cuando llegue el día siguiente es muy posible que ni siquiera recuerde qué es lo que hizo mal para merecer ese castigo (por lo que le estaríamos castigando por nada según su punto de vista haciendo que las normas y la autoridad carezcan de sentido y parezca todo arbitrario).

Cómo el objetivo es doble, queremos muchas acciones buenas y ninguna mala, podemos establecer un reto doble, por ejemplo, si consigue determinado número de acciones buenas y ninguna mala premio doble o mayor, puesto que sino la importancia de la existencia de malas conductas en presencia de otras buenas disminuye mucho haciendo más débil el mensaje que queremos transmitirle: ninguna acción mala como meta (obviamente son niños y alguna harán).

La edad en la que se puede utilizar este método varía según el desarrollo de cada bebé, pero cuando es plenamente consciente, puede interpretar perfectamente nuestras ideas y él expresar las suyas, ya se puede emplear. Suele variar entre los 3 y los 4 años, pero si es necesario se puede emplear en edades más avanzadas, no obstante, conforme sean mayores normalmente, será más difícil de establecer.
Su uso se puede extender todo el tiempo necesario, hasta que ya consideremos que es prescindible, pero mejor hacerlo de una manera progresiva, estableciendo retos más ambiciosos aunque siempre alcanzables. Lo ideal sería dejar este método con un gran reto que además del premio ponga fin a la existencia del sistema de la pizarra comunicándole esto con antelación.

Este método es sólo un ejemplo, se puede usar una variante de él u otro completamente distinto, lo importante, como siempre, es mirar a largo plazo y establecer normas y límites para que nuestros hijos crezcan equilibrados y felices.


Vídeo de Bebes Dormilones, una buena opción para que sueñen



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1 comentario:

  1. Lo probare a ver que tal funciona, porque desde luego le hace falta.

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